Hace unos 200.000 años (sospecho que algo más) los primeros humanos decidieron salirse de la evolución clásica y emprender en una nueva dirección evolutiva. Atrás quedaron sus parientes homínidos, y con poco más que unas herramientas de piedra, un bipedismo semiprofesional y un lenguaje articulado (con un grado de complejidad creciente a medida que sobrepasamos el Paleolítico superior),  nos lanzamos a la aventura cosmopolita con una curiosidad que no atendía a barreras biogeográficas. En este periplo dispersivo sin vuelta al origen, nuestros ancestros desarrollaron una capacidad altamente adaptativa que, sin ningún tipo de discusión, es hoy una de nuestras cualidades identificativas: la creatividad.

Tradicionalmente hemos asociado esta cualidad al campo artístico (encontramos evidencias de arte hace 70.000 años) y posteriormente al científico, pero por suerte y cada vez con más inmersión, empezamos a relacionar esta cualidad humana con todos los campos de nuestra actividad.

La capacidad creativa es una ventaja altamente adaptativa que parte de un punto de origen innovador, distinto de la pauta generalizada y que logra ofrecer propuestas distintas a problemas nuevos. Incluso en numerosas ocasiones, las propuestas surgidas para resolver nuevos problemas terminan provocando un cambio de  paradigma.  La creatividad, como proceso altamente complejo, depende de la interacción de factores cognitivos, emocionales, de personalidad e incluso de naturaleza social. En un estudio publicado en Nature Communications en 2015, T. Morgan pone de manifiesto la importancia del lenguaje en el aprendizaje social y, por ende, su influencia en el proceso creativo (el clan de iguales debe considerar valioso el producto creativo).

Como comenté anteriormente, empezamos a dar un mayor rango atencional a la creatividad y afortunadamente hemos superado obstáculos discriminantes. Todos somos creativos y nuestra vida está repleta de actividades creativas. Y es el grupo, en mi opinión, y sus casi infinitas posibilidades de interacción, el que favorece la mejor conexión activadora de la creatividad. Compartir es abrir puertas a nuestra creación.

Con este fin, el de abrir puertas y diversificar conexiones entre personas, nace un proyecto que pretende generar espacios de expresión a gente talentosa y creativa.

Las I Jornadas TCEP AB’2017 reúnen en Granada a doce homínidos potencialmente evolucionados con inquietudes creativas de distintas áreas profesionales, con la intención de compartir matices y enfoques personales en torno al talento y la creatividad. Espacio compartido desde el respeto y la diversidad como variables de una ecuación que nos enriquece como sociedad. Al fin y al cabo, no hemos cambiado tanto en los últimos 200.000 años…

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José María Molina

Director de Proyectos I+D+i EFIC

Socio Delegado EFIC Granada