El coaching se puede aplicar allá donde exista una necesidad, un deseo, una ilusión de cambiar, de pasar de una situación actual a una situación deseada, bien por parte de una persona, de un equipo o de una organización, siempre y cuando haya por supuesto predisposición para ello.

Ahora bien, es cierto que puede haber algunas restricciones.

Una de ellas, quizás las más importante, es que el coaching se centra en objetivos y no en patologías, de hecho y atendiendo a los códigos éticos por los que se suele regir el coach, en el momento en que este sea consciente o perciba que lo planteado por el coachee puede responder más a una patología que a un objetivo, es necesario proponerle que acuda a un profesional sanitario, y que incluso comparta cuál es el deseo suyo de iniciar un proceso de coaching, siendo incluso recomendable ofrecerse a hablar con el profesional para compartir qué tipo de coaching se hace y las características de este.

Más allá de lo comentado en el párrafo anterior, sin duda también es una restricción lo que se podría llamar las líneas rojas del propio coach, es decir los límites que el coach se ponga a la hora de trabajar con ciertos tipos de coachees u objetivos.

En estos casos, el coach podrá desestimar iniciar ese proceso de coaching, o bien por que el objetivo planteado no esté alineado con sus valores o con su propia ética, o bien, porque la relación que tenga con el coachee no sea la idónea para el buen desarrollo y el buen fin del proceso de coaching, o bien y simplemente, porque quizás el comportamiento o la actitud del propio coachee no sea la que el coach pueda desear o convenir; son casos en los que la mejor opción es parar y hablar claramente con el coachee, a continuar el proceso de coaching.