Es común encontrar a coaches en formación, en los cursos o al comienzo de su práctica profesional con el deseo de tener herramientas de coaching y esto es compresible ya que, cuando se empieza, estas pueden servir de “muleta”. Las herramientas proporcionan numerosos beneficios en las sesiones pero también conllevan ciertos peligros.

Por herramientas en este texto se quiere hacer referencia a los ejercicios, juegos, técnicas, dinámicas que se proponen al cliente en las sesiones más allá de las preguntas utilizadas.

El coaching toma herramientas que provienen de distintas disciplinas: de PNL, de terapia, del campo empresarial, constelaciones familiares, del mundo del deporte, de la animación socio cultural, del campo educativo, de la literatura… y sobre todo de la creatividad del coach y del coachee para crearlas en la propia sesión.

Estás pueden ser de gran ayuda en una sesión ya que invitan al cliente a vivenciar desde lo visual, lo auditivo y lo kinestésico. Su componente metafórico ayuda a generar tomas de conciencia en la propia sesión.

  • Sirven de anclajes y recuerdo para el coachee cuando está fuera de las sesiones.
  • Son un gran método de comunicación y promueven la participación de los clientes, especialmente cuando se trabaja con niños y adolescentes o con equipos.
  • Facilitan el uso del humor en las sesiones y que sea el cliente el que vaya construyendo su sesión si el coach es suficiente flexible en la presentación y ejecución de la herramienta.
  • Además, ayudan a movilizar a la persona cuando está bloqueada en la sesión

Hay numerosos beneficios del uso de herramientas pero también hay algunos peligros.

  • La herramienta pasa a ser el centro de la sesión. Esto significa que lo importante es la herramienta y el coach se pierde al cliente. Está más centrado en la herramienta y su correcto desarrollo que en lo que el cliente va necesitando. La escucha a lo que en la sesión va sucediendo, el respeto y la presencia son claves para que esto no suceda.
  • Herramienta sin objetivo. Las sesiones de coaching se dirigen hacían un objetivo (no solo de proceso sino de sesión). Si el coaching se convierte que el cliente vivencia un conjunto de herramientas y sin dirección entonces dejan de tener sentido. No hay que olvidar que el coaching es un proceso con dirección, además, alineada con los valores los sistemas del cliente.
  • Visión de las herramientas como responsables del cambio. A ellas a las que se tribuye el poder del cambio. “Esta herramienta es muy potente”. Las herramientas no provocan los cambios, los cambios los hacen los clientes. Igual que un martillo no clava clavos, los clavos los clava la persona con el martillo y sin la persona el martillo no sirve para nada.
  • Se “administran” herramientas como protocolos. En ocasiones se pretende hacer siempre de la misma manera y se dice que es el cliente el que es resistente y no entra en la herramienta. Las herramientas son dinámicas.Si se entiende cómo funcionan y se presenta al cliente como algo que él puede construir en la propia sesión, las herramientas nunca se repiten de la misma manera. La creatividad y flexibilidad son competencias básicas del coach.
  • Meter herramientas a calzador. No es el pie el que tiene que caber en el zapato sino el zapato en el pie. O se trata de que como coach haya preparado una herramienta genial sino de que el cliente “pida” la herramienta durante la sesión. Con esto se hace referencia a que con sus palabras resuene una herramienta en la mente del coach.
  • Herramienta dirigida. Las herramientas provocan tomas de conciencia en ocasiones pero no se sabe cuáles. Cuando el coach utiliza la herramienta para dirigir al cliente, para que se dé cuenta de algo que él cree, pierde la perspectiva del coaching. Es fundamental mantenerse en todo momento “limpio” para permitir que sea el cliente quien despliegue sus propios caminos.
  • Herramientas como embellecimiento de la sesión o del coach. En la sesión el cliente es el protagonista de su proceso y no es el coach ni sus herramientas. Parece que el éxito del proceso se debe a las cosas que el coach sabe hacer y no a los recursos, esfuerzos y acciones del cliente.

El principio de parsimonia dice que la opción más sencilla siempre es la mejor.

Por ello, una pregunta sencilla y bien formulada en el momento preciso ya que proviene del rapport y de la presencia puede ayudar lo mismo que una herramienta muy elaborada. Sustitución de competencias del coach o de la metodología con herramientas deja sesiones bonitas pero poco eficaces y alargan los procesos innecesariamente.

Un martillo sirve para construir catedrales y para matar, por supuesto, para infinidad de usos más.

Belén Serrano Martín
Prof. de la Certificación Excellent en Coaching